Tuesday, April 26, 2011

Atrapadas por el VIH

lunes, 25 de abril de 2011
Arys L. Rodríguez Andino / Primera Hora

Más de la mitad de ellas se contagia por sus parejas varones y, cuando se enteran, el periodo de negación se prolonga porque los ajustes que tienen que hacer en su vida no encajan con la manera en que se les ofrecen servicios a las personas VIH positivo.

Aunque puede parecer que no hay diferencia entre un hombre con VIH/sida y una mujer con la misma condición, la realidad es que hasta el estigma que se tiene de la enfermedad se agiganta cuando es una mujer quien la padece.
El coordinador general de la Coalición de Salud Integral de la Mujer VIH (CSIMV), Juan Carlos Espinosa, señaló que son múltiples las diferencias en la percepción y en el manejo de un varón contagiado versus una mujer.
“El estigma es un asunto que está presente todos los días en la población de mujeres que viven con VIH. No es lo mismo y, muy lamentablemente, un varón que viva con VIH. El estigma es menor porque hay una suposición de que al haber sido infectado hay una demostración de hombría por haber sido en una relación sexual pero, en el caso de una mujer, es porque a lo mejor estuvo con uno, dos o tres”, expuso.

Con él coincidió Migna Rivera, de Amnistía Internacional, quien señaló que la limitación del acceso a los servicios de salud es una de las formas en que se discrimina contra las mujeres.
“Somos las más pobres del mundo, las más pobres de Puerto Rico, y no necesariamente el sistema o las políticas públicas responden a las necesidades de las mujeres. Y si es mujer, negra y VIH positivo, mucho más driscriminada”, denunció.
En una sociedad en la que se han construido roles tan marcados sobre lo “que debe hacer” un hombre y lo que “le corresponde a la mujer”, se dificulta que una mujer con VIH /sida pueda acudir a recibir tratamiento.

“Una de las necesidades básicas y principales es, por ejemplo, la dificultad en la transportación para acceder al tratamiento, la dificultad de que los centros, por ejemplo, no consideren tener cuido de niños para aquellas que son madres que viven con VIH”, declaró Espinosa sobre un dato que se pudo constatar en una conferencia que ofreció la Coalición con múltiples expertos y expertas en el tema.
Hay mujeres que se ven obligadas a renunciar a recibir servicios porque están a cargo del cuido de sus hijos o de sus padres envejecientes.
“Si voy a las siete de la mañana y soy una mujer que vive con VIH y no tengo la transportación, tengo que dejar a mis hijos para llegar al centro de tratamiento. En lo que me ve toda la batería de profesionales que me va a ver, ya tengo que buscar a mis hijos, así que no voy a acceder a mi tratamiento porque me complica otras partes de mi vida”, abundó el coordinador de la CSIMV.

Ese rol maternal también influye en la percepción que tiene la mujer sobre su enfermedad.
“En muchas de ellas el periodo de negación, que es parte natural del ser humano para manejar eventos que nos parecen amenazantes, tiende a ser mayor. Si son madres piensan en 'qué va a pasar con mis hijos', porque hay un concepto fatalista del VIH”, manifestó.
La doctora en consejería profesional Gladys Garay explicó que entre los hallazgos de su tesis doctoral se destacan la baja autoestima en las mujeres VIH positivo, las ideas erróneas del tratamiento y la violencia implícita en muchas de sus expresiones. Algunas men- cionaron incluso que temían decir que tenían VIH por miedo a ser golpeadas.
En su experiencia como trabajador social, Espinosa constató la resistencia que tienen albergues para mujeres maltratadas a recibir participantes con VIH.
“Cuando tenía que trasladar (una participante) a otro albergue, era cuesta arriba porque (decían): 'No, nosotros no recibimos (pacientes de) VIH'. Todavía tenemos albergues que se resisten a trabajar con mujeres con VIH”, lamentó.
Espinosa mencionó que para cambiar el enfoque en los servicios que reciben las mujeres con VIH, el proceso tiene que ser dual: “el apoderamiento de la mujer y el desapoderar un poco a los médicos”, indicó.
A través de la Coalición, en la que participan más de 10 entidades, se busca impulsar políticas que tomen en consideración la perspectiva de género en la prestación de servicios. “No estamos trabajando para las mujeres, estamos trabajando con las mujeres, que es muy distinto”, aclaró y admitió que es mucho lo que falta.
“Los proveedores de servicios perpetúan un sistema en el que one size fits all sin considerar todas las necesidades de esa mujer y la vida que hay detrás de cada participante”, reiteró.

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